Cuando victor o Victorino como lo llamaban sus abuelos, estuvo a punto de cumplir 18 años- nivel ciudadano reconocido- su padre le preguntó si deseaba una fiesta de cumpleaños junto con sus amigos, o de lo contrario un formidable viaje a la verde y exótica selva del Perú (Iquitos).
Como todo novato, sin prejuicios ni responsabilidades,
Victorino estuvo sumido en dudas los meses posteriores a su feliz celebración. Digamos que por una parte se
imaginaba bailando en la fiesta de 18
con sus mejores amigos(as), y por otro lado corriendo en un lugar cuya diversidad de flora y fauna
invitaba a bailar al ritmo de los sonoros tamborcillos selváticos. De ser así, sus
vacaciones estarían fuera del bullicio ciudadano, infaltables conquistas de
huambrillas y charapitas amables.
Su decisión fue a tiempo y acertada. Viajó en el mes de julio- mes de vacaciones escolares – por buenos augurios lo acompañaron dos de sus buenos amigos, y un primo mayor de edad como persona responsable. El viaje fue entretenido; descargando carcajadas, tomando fotos por la ventana del bus, viendo el camino lluvioso y medio verduzco que origina el efecto de la lluvia. Llegaron a la casa del tío Ricardo Meléndez. Así pasaron dos días antes de la fiesta de cumpleaños; visitando muchos lugares turísticos del bello Iquitos, hasta que finalmente llegó el día de su cumpleaños.
Su decisión fue a tiempo y acertada. Viajó en el mes de julio- mes de vacaciones escolares – por buenos augurios lo acompañaron dos de sus buenos amigos, y un primo mayor de edad como persona responsable. El viaje fue entretenido; descargando carcajadas, tomando fotos por la ventana del bus, viendo el camino lluvioso y medio verduzco que origina el efecto de la lluvia. Llegaron a la casa del tío Ricardo Meléndez. Así pasaron dos días antes de la fiesta de cumpleaños; visitando muchos lugares turísticos del bello Iquitos, hasta que finalmente llegó el día de su cumpleaños.
Todos decidieron ir a la discoteca. Victorino
era el más entusiasta ya que en su
cumpleaños numero 18 bailaría en una discoteca, con luces
psicodélicas, música a todo ritmo, y lindas chicas que estarían dispuestas a
coquetearle. Conforme entraron, tomaron asiento y pidieron tragos para brindar
por el feliz cumpleaños. El problema era que Victorino nunca libó alcohol en
toda su vida, hasta ese día. Tomaron uno, dos y hasta tres tragos, continuando con cerveza a
menos cuatro grados de temperatura. A decir verdad,
en el primer trago Victorino ya se sentía extasiado; parecía una momia a
punto de salir de su sarcófago directo al bailoteo. Pero en su estado grave de alcohólico
irreverente, lo invitó a coquetear con el ramillete de chicas de la mesa
anterior.
Entre todas las chicas hubo una que le impactó mucho: era rubia, delgada, labios rojos, más alta que él. Hasta el momento se notaba algo tímida, no mencionó ni una sola palabra.
En su día festivo y en toda su borrachera, sin importarle el tufo ni la caminada tambaleante se abalanzó con pinta de galán para bailar con cada una de ellas. Hasta que pusieron la canción suavecita casi romántica, la baladita que permitiría conocer a la mujer blanquiñosa y despampanante.
Entre todas las chicas hubo una que le impactó mucho: era rubia, delgada, labios rojos, más alta que él. Hasta el momento se notaba algo tímida, no mencionó ni una sola palabra.
En su día festivo y en toda su borrachera, sin importarle el tufo ni la caminada tambaleante se abalanzó con pinta de galán para bailar con cada una de ellas. Hasta que pusieron la canción suavecita casi romántica, la baladita que permitiría conocer a la mujer blanquiñosa y despampanante.
La invitó a bailar cuidadosamente. Al principio se resistía como mujer interesante, hasta que movió la cabeza como símbolo de aprobación. Él Bailaba tiritando su cuerpo, le sujetaba la cintura frágilmente. Entre sus planeas estaba robarle un beso, pero antes se atrevió a preguntarle cualquier pelotudes con tal de entrar en confianza y escuchar su melodiosa voz. Le preguntó una y otra vez pero no hablaba, la rubia era muda quizás. Le preguntó hasta el cansancio, hasta que producto del alcohol perdió la tolerancia, inmediatamente hizo corto circuito junto con sus neuronas borrachas; Victorino se enfado y de un grito le dijo.
¿¡Acaso eres muda carajo!?
De pronto se escuchó una voz varonil, de un
machazo energúmeno, rabioso, encolerizado.
¡¡¡No, y si quieres besarme, bésame ya!!!!
¡¡¡No, y si quieres besarme, bésame ya!!!!
Victorino se puso frío y su estomago produjo un
revoltijo. Deseo salir volando como un loro selvático.
FELIZ 18 VICTORINO
FELIZ 18 VICTORINO
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