miércoles, 10 de julio de 2013

CACHIVACHES

Me parece que los mejores recuerdos son los que llevamos en la mente, esos  surgen en el momento menos indicado y  sin mucho esfuerzo. Del mismo modo existen recuerdos tangibles, palpables, esos que nos transportan a historias y momentos emblemáticos.  

El pasado fin de semana al ingresar a mi habitación, encontré mis viejas pertenencias escondidas bajo una caja de cartón. Polvorientas  y de color marrón oscuro. Tuve la  sensación de parecer a un pirata buscando su tesoro. Aunque hay muchas cosas que guardamos en nuestra habitación, y que  son más valiosas que una joya o moneda de oro.

Encontré las viejas cartas de amores fortuitos, duraderos, en ocasiones lejanos  como también  felices. En ellas descubrí lo tonto e infantil que actué muchas veces.     
Aquel singular e increíble invento de ciencia que mi abuelo Pedro me ayudó a construir; él siempre atento  a la hora de inmiscuirse en esos temas de tecnología. El carnet de academia, los coleccionables Pepsi Cards, los libros y cuadernos de primaria que, cuando los vi, pude darme cuenta que siempre he tenido una letra desagradable.  Juguetes de algunas navidades, mi agenda como regalo de cumpleaños, las fotos de mi ex, los detalles como: Tarjetas, cartas, mis últimos regalos de cumpleaños, un par de medias viejas y póster de mi equipo favorito de fútbol.


Todos vivimos un tiempo y mundo intimo, donde guardamos algo muy significativo. Seguro en estos instantes, mientras lees este blog te has puesto a pensar lo  que guardas bajo tu cama, en una bolsa plástica o en una caja de cartón. Estoy seguro que si en algún momento observas estas cosas, tu mente volará y te transportará en esos años maravillosos. Sin embargo hay objetos que podemos llevar con nosotros como: Pulseras, cadenas, anillos. En mi caso suelo ponerme todos los días desde hace 4 años, una pita o cintilla color negra en mi mano izquierda, como símbolo de buena suerte.               

Pero, Lo más valioso y no precisamente es un cachivache, es lo que hasta  ahora guardo como uno de mis grandes tesoros. La lamparita  construida  con palitos de helados, y pintados con barniz.  Un regalo hecho por mi abuelita  Elena, antes que nos deje sin su presencia. A este detalle le falta un foco, alguno de estos días instalaré para que encienda como nunca. 

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