Salgo de la universidad y me
amino a subirme en un bus que pasa cerca
a mi casa. No acostumbro ha desarrollar
esa actividad porque caminando llegaría en ocho minutos, y a pasos agigantados
en cinco. De cierto modo quería ahorrarme la fatiga de un día de los mil
diablos.
Camino hasta llegar al último asiento de la derecha, pero antes, como rito precavido. Tiendo mi mano palpando por si un pegajoso, molestoso, y ensalivado chicle, se impregna en mi pantalón de vestir. Solo con imaginarme un pedazo de chicle colgado en esa parte del pantalón, sería blanco de burlas, peor, si queda sostenido justo en la parte céntrica.
Mi búsqueda fue exitosa; asiento limpio, y sin ninguna partícula de goma de mascar, listo para ser abordado. Hasta que encontré una hoja de papel envuelta a manera de carta. Primero pensé en tirarla por la ventana- recordé la contaminación ambiental- cuando el vehículo avanzaba la curiosidad fue despertando mi instinto. La leí dos veces sin detenerme. Quiero aclarar que, para publicar esta confesión he ocultado el nombre del destinatario y remitente, así como también, he corregido algunas faltas de ortográficas dándole cierto matiz en la redacción, pero, la esencia del mensaje se conserva en este breve pero sustancial escrito.
“Lo tuyo es algo contradictorio. Me tienes, te gusto y me dejas ir. Me considero últimamente como un juguete tuyo, eso es lamentable. Siento una estúpida razón, de la que aún no puedo escapar. Y eso se llama amor, un amor que lo conviertes cada día en un fracaso. Te he ofrecido absolutamente todos mis sentimientos, mis palabras han sido sinceras, mis acciones mucho más.
Ayer te busqué y parecías una persona sin alma, no tenías nada para mí. Vuelvo a repetir. Algo contradictorio a dos días atrás; donde me abrazabas como si de verdad me necesitaras. Me besabas como si el mundo se terminará. Me hablabas silenciosamente, con deseos y aliento de pasión; como si poco a poco se extinguieran las palabras de este mundo. Por último; siento que siembras en mí, tu maleficio de sentimientos. ¿Te parece justo? ¿Me lo merezco?
Camino hasta llegar al último asiento de la derecha, pero antes, como rito precavido. Tiendo mi mano palpando por si un pegajoso, molestoso, y ensalivado chicle, se impregna en mi pantalón de vestir. Solo con imaginarme un pedazo de chicle colgado en esa parte del pantalón, sería blanco de burlas, peor, si queda sostenido justo en la parte céntrica.
Mi búsqueda fue exitosa; asiento limpio, y sin ninguna partícula de goma de mascar, listo para ser abordado. Hasta que encontré una hoja de papel envuelta a manera de carta. Primero pensé en tirarla por la ventana- recordé la contaminación ambiental- cuando el vehículo avanzaba la curiosidad fue despertando mi instinto. La leí dos veces sin detenerme. Quiero aclarar que, para publicar esta confesión he ocultado el nombre del destinatario y remitente, así como también, he corregido algunas faltas de ortográficas dándole cierto matiz en la redacción, pero, la esencia del mensaje se conserva en este breve pero sustancial escrito.
“Lo tuyo es algo contradictorio. Me tienes, te gusto y me dejas ir. Me considero últimamente como un juguete tuyo, eso es lamentable. Siento una estúpida razón, de la que aún no puedo escapar. Y eso se llama amor, un amor que lo conviertes cada día en un fracaso. Te he ofrecido absolutamente todos mis sentimientos, mis palabras han sido sinceras, mis acciones mucho más.
Ayer te busqué y parecías una persona sin alma, no tenías nada para mí. Vuelvo a repetir. Algo contradictorio a dos días atrás; donde me abrazabas como si de verdad me necesitaras. Me besabas como si el mundo se terminará. Me hablabas silenciosamente, con deseos y aliento de pasión; como si poco a poco se extinguieran las palabras de este mundo. Por último; siento que siembras en mí, tu maleficio de sentimientos. ¿Te parece justo? ¿Me lo merezco?
Una de tus infames excusas es manifestar que no soy atento, que no te quiero, pues, qué más atención puede recibir una Reyna de
su fiel escudero. Si te pregunto ¿qué te
sucede, te puedo ayudar? No respondes. Me parece que tu complejo e inmadurez consume más tu vida. Así como tú la haces con la mía. Hoy la gente de la universidad, me dicen
que soy un perfecto cojudo, un idiota sin sentido por andar tras de ti. Sinceramente ya me estoy
cansando. Todo el mundo necesita ser feliz y esa felicidad definitivamente no
es a tu lado. Solo quiero olvidarte en esta última carta; ya no me busques,
déjame libre, no me confundas, toma lo superficial que yo me quedo con lo real” Adiós.
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