martes, 12 de febrero de 2013

UN SOLTERO EN SAN VALENTÍN







La habitación era un desastre. Camisas, polos, y pantalones dispersos por todo el cuchitril. Para variar, un  calzoncillo de rayas pegado en la pared. Lo que representa  a simple vista, la vida de un soltero sin preocupaciones.  A lo lejos, apenas se escuchaba la bulla de un grillo molestoso, esos que acompañan la madrugada cuando a penas puedes dormir. Tengo entendido que el grillo emite ese ruido estruendoso “ Cri, cri, cri” al frotar sus patas traseras,  con sus alas delanteras. Pero.  Sólo el macho canta para atraer a las hembritas.  Aunque existe la leyenda  que   los grillos cantan por tristeza.             
Cierto o no, Adolfo no canta y a veces encanta – Al menos eso le dijeron las chicas de la heladería-   Los  últimos 3 años  de su vida romántica se han convertido en un estado calamitoso. Y hoy. Siendo las 6 am, sonó el despertador del celular. Hoy, sábado 9 de febrero del año 2013. Abrió los ojos y se dio cuenta que le esperaba un largo día, con mucho trabajo y quizás, una buena salida para romper la rutina.              
Sin importarle  los comentarios del  “14 de febrero” día del amor y la amistad. Adolfo  decide seguir con su vida, sin planes ni complicaciones. Él cree que ese día todo y todos, se vuelven esclavos del consumismo. Comprar peluches, cartas, poemas y todas esas cursilerías.
               
8:00 am tan puntual como siempre, ingresé a la oficina. Adolfo ¿listo para celebrar el 14? – Me pregunto carolina - ¿San Valentín? Eso no existe. No me importan esas tonterías.           
Que soncito eres Adolfito- mencionó carolina- lo dices porque no tienes enamorada, a demás, cuenta la historia que San Valentín era un sacerdote que desafió a un emperador  y… discúlpame Carolita pero eso está pasado de moda. Bueno, adiós. Empezaré a trabajar. Asentí haber  lastimado los buenos ánimos de carolina, la verdad estaba tan  harto como para escuchar cursilerías. En la radio y en la tv lo mismo de siempre, como si algo bueno pasará esos días. Sonreí  y seguí trabajando.       

Hace 3 años un 14 de febrero. Adolfo tuvo la inusual y  disparatada idea, de salir con su ex enamorada a bailar. Según él, Porqué aún pensaba en ella como el amor de toda su vida.      
Pero jamás pensó que esa noche  se convertiría en un hastío y  dolorosa situación; Tomó tanto que terminó  enclenque  y divulgando las duras traiciones de su ex. Por supuesto que lo doloroso fue la tremenda cachetada recibida por su ex. Aunque poco o nada le dolió por estar alcoholizado. Ni siquiera vio estrellitas como en las películas. Lo cierto es que terminó  desecho y sin ganas de volverse a enamorar.   
Adolfo es ingeniero de sistemas. Por lo pronto era jefe de tienda, no ganaba millones pero con su sueldo le alcanzaba para vivir bien. La vida independiente le demandaba ciertos gastos pero, los podía controlar.  Tenía jale y su lado interesante. Sobre todo cuando se vestía bien al terno y a las camisas Tommy Hilfiger. Alto,  De 1.70 centímetros, ojos oscuros, pelo crespo. Así era él.           
Las vendedoras de helados se derriten por él.  Suena un poco cruel, pero cuando tiene un día pesado y quiere subir su ego, pasa por la heladería; donde recibe silbos y piropos. Sé las sabe todas  el buen Adolfito.
Esa noche al salir del trabajo, me quedé pensando en lo agradable y  a veces cuestionable  ser soltero. Ser soltero, es  vivir la vida sin preocupaciones, atender las necesidades personales y no rendirle cuentas a nadie. Pero por otra parte acepto que mi grado de soledad llega arrebozar mi estado libre sin compromiso; Tener a alguien quien te abrace y llene de cariño es casi indescriptible. Preparé una taza de café y un par de tostadas, algo ligero para pasar la noche frente al televisor. Vi tres capítulos de los súper campeones y dos de dragón Ball z. Sólo recuerdo que el planeta iba ser destruido. Minutos más tarde, cuando cerré los ojos por el cansancio. Caí en un sueño profundo.  
Domingo 10 de febrero. A las 6:00 am, Sonó el despertador  como de costumbre. Un nuevo día pero igual despertar. Ropa tirada en el  piso, un par de calcetines y unos grillos durmiendo. Las palabras de carolina villa real de alguna manera  me habían causado un desequilibrio emocional. Afortunadamente era domingo, y en  esos 5 minutos mientras me  aseaba, decidí dar un paseo por el  zoológico. Ver los animales sería algo emocionante.  Paseé por la avenida la marina,  Y luego  degustar   un ceviche bien peruano,  acompañado de  cerveza bien helada.   
Llegó a las 12: 45 pm. Me detuve en el restaurant   “la langosta”. Pedí al mozo una leche de tigre y como lo había pensado, un ceviche bien peruano; buen  ají rocoto, zarandaja y yuca. Eso sí,  con su respectiva cerveza cristal bien al polo. Nada haría perder una tarde de tranquilidad, éste soltero de 29 años, se encontraba  sosegado y encantado con esta tarde  sin trabajo ni preocupaciones; un sol radiante, música agradable por alto parlante- Propiedad privada,  de Eva Ayllon-  Los comensales conversaban y también disfrutaban de esa tarde espectacular.    
En realidad decidí  tomar dos cervezas. Inclinaba el vaso para servirme hasta la última gota sin importar la espuma. Cuando de pronto, a ocho metros de distancia, entraba “ella”. Vistiendo una falda celeste, muy ceñida a su cuerpo. Una blusa blanca que dejaba notar esos bellos y deseosos pezones.  De  aproximadamente 1.68 de estatura, piel media trigueña, ojos cafés y cabello crespo; como ondas elípticas en el espacio. Su  ingreso fue todo un festín, excepto para los que habían llegado acompañados. Agradecí estar soltero. Ella  Se contorneaba provocativamente.  Tan bella como para plasmarla en una fotografía tamaño familiar, mis ojos la veían en  cámara lenta, seguido de una inclinación, y lista para desplazar su bello trasero en el asiento.   
Tenía una mirada atónita y a la vez  desaforada. La situación había provocado que  el vaso se rebotara  mojando  mi pantalón y también mi pirulín.  Un hecho que despertó mi sueño real y provocativo. Mientras ella hablaba por celular – seguramente a su novio-  debía ingeniármelas  para salir del restaurant sin que  nadie se diera cuenta  de esta embarazosa situación.  Después de una hora. Ella se paró directo al baño, lo para  mí,  Adolfo buenaventura  fue algo oportuno.    
Llamé al mozo a todo pulmón, le entregué un billete de 200 soles y me dirigí  rápidamente a la puerta principal. Entre ocultando con mi mano derecha la altura del cierre del pantalón. Llegué hasta unos  pocos metros de distancia, listo para salir y parar un taxi directo a mi humilde cuchitril.  “Pero carajos”, ella se apareció  como arte de magia, ella estaba frente a mí.  Era ella, mirándome  de pies a cabeza. Sobre todo deteniéndose en la parte húmeda de mi pantalón. Como si me hubiera meado. Con una sonrisa burlona y una mirada atrevida, y yo, completamente jodido. Bajé la cabeza y salí por la puerta principal.
De regreso a casa continuó la pesadilla. No paré ni un taxi. Llevé mi mano al bolsillo del pantalón y no ubiqué  mi vuelto. Jamás llegué a pedírselo a ese mozo bigotón. Y claro, el buen samaritano  tampoco tuvo ese acto de generosidad para  devolvérmelo. Seguro sufría de amnesia. Bueno, el ejercicio es lo mejor .recuerdo haber caminado ese día soleado, observando a los niños jugando carnavales, y a gente pintándose la cara.         

 Lunes  11 de febrero. Un lunes sin  pie derecho. Ya no eran las 6:00 am,  sino las 4:00 am. Me levanté antes de tiempo porque el dolor de estomago me mataba, parecía la guerra entre Perú y chile dentro de mi estómago. Me paré y fui directo a la cocina, preparé  lo que  mamá siempre  me daba  contra estos problemas. Agua de orégano. Contra los males estomacales esa era la solución.             
 Desde que salí de Piura directo a la capital (lima) mi vida había cambiado, pues, ese  hijito de mamá se quedó en el norte. Si hablamos de edad, ya era un machazo de 29 años, había crecido profesionalmente y madurado de acuerdo  a las circunstancias que nos da la vida;  Lavaba mi ropa, aprendí a planchar gracias a los tutoriales del youtube, en ocasiones cocinaba, tendía mi cama (Cuando lo recordaba).  y ahora, preparaba  mi orégano. Dieron las 8:00 am  y ya estaba escaldado de tanto ir al baño. Llamé al trabajo y le comuniqué mi situación.           
A los pocos minutos carolina junto a Rubén llamaron. Pensé que aun existían esos buenos amigos laborales. Que con una llamada estaban dispuestos a levantarme  el ánimo. Hasta que en coro me gritaron. “Cagón” y es donde todo ese concepto de buenos amigos desapareció. Colgué para no escuchar  más sus bromas, pero  a los  pocos minutos desprendí  en risa. Llamarme “cagon en estos momentos sonaba chistoso”            
Antes que me duela hasta el tuétano de la vida, fui al hospital Cayetano Heredia. Ahora si pagaría una carrera en taxi. Por suerte guardaba poca distancia desde  mi departamento en los olivos hasta el hospital.    
               
 A nadie le gustan los hospitales, mucho menos a  Adolfo. Cuando tenía 10 años su mamá lo llevó para curarlo de la papera; ya parecía un sapo de hinchado. También le aplicaron inyecciones por severos resfriados, como consecuencia de los ricos bodoques de leche con coco, sus favoritos. Cuando cumplió 13 años se enfermó de apendicitis, lo operaron y estuvo 2 semanas internado. Lo más traumante era escuchar a la enfermera  decir: “Hora De inyectarte”. Hasta que una tarde Adolfo abrió la puerta de la oficina camino a emergencia,  vio al doctor  encima de la enfermera según ellos aplicando una inyección y clases de supervivencia. Así lo explicaron a mis padres.
El último día en el hospital, cuando el carro esperaba  al niño  Adolfo. Todos salían por la puerta principal. Adolfo volteó el rostro y con  una sonrisa  le dijo a la enfermera: “A inyectarte”.
               


A las 10 de la mañana, aun me encontraba esperando mí turno. Angustiado, deshidratado y con ganas de ingerir  todas las pastillas que el doctor me mandara con tal de sentirme bien.  En realidad esta es  una ineludible  indigestión.  
El reloj marcó las 10:45 am. Cuando la enfermera mencionó mi nombre sentí un alivio. Esperar en los pasillos del  hospital si que  es agobiante. En el encontré; Niños pidiendo su leche, señores de la tercera edad haciendo reclamos por la incompetente y  discriminada atención.  Me imaginé a la foto de la enfermera con el dedo entre los labios pidiendo silencio, y luego  perdiendo  la paciencia. Gritando ¡¡cállense!! Apenas me pude parar, sentía todas mis  piernas entumecidas. Este día jamás lo olvidaré.  No suelo creer en el destino, cuentitos de amorosos, Ni en presagios del amor. Pero, cuando ingresé al consultorio el doctor me dijo: Joven siéntese. ¿Qué problema tiene usted?
Mientras el Dr   hablaba, yo le prestaba atención  como alumno en  clase de recuperación. Sin embargo, llegó ese momento donde me desconecté del mundo real; no lo podía creer, era ella, la chica del restaurante, la que me vio mi pirulin mojado, la de la mirada burlona, y caderas ricas. Era La enfermera. En ese momento las pulsaciones fueron rápidas; No sabía que hacer – Maldita sea hubiera ido al hospital de la solidaridad- la voz del doctor se iba agudizando, lo escuchaba hablar como extraterrestre y luego como un monstruo.       
Ella me miró y como esas cuestiones graciosas me sonrió. En ese momento el Doctor levantó su voz.
         -   Sr ¿Me está escuchando?
-          Este, eh si, si, sí lo escucho atento doctor- dije sin despegarle mi mirada.
-          Bueno entonces llene la ficha, bájese el pantalón y acuéstese en la camilla para aplicarle la inyección.
Bastaba más.  Soportar un bochornoso incidente en un restaurant.  Llegar al hospital como mujer a punto de parir  y ahora la enfermera.  La sambita riquísima me vería el trasero.              
A pesar de lo vergonzoso que pudo ser para mi. Hice todo lo que el doctor me dijo, me acosté en la camilla y ella me aplicó una inyección. Sentí  el alcohol en mis nalgas y luego, sus manos delicadas como el algodón. Seguido de una maldita aguja puntiaguda rompiéndome la carne y los huesos.
Aguanté como los machos, mordí la almohada con disimulo y al cabo de 2 minutos estaba listo para salir corriendo.    
El doctor me recetó unas pastillas y ordenó a la enfermera – Que hasta ahora desconocía su nombre- acompañarme a la puerta.  En un momento nos miramos fijamente y me atreví a preguntarle muy cauteloso su nombre.              

Me llamo María Claudia – dijo ella-        
Mucho gusto el mío es Aldolfo- por fin pude escuchar su voz, tan dócil y linda- seguí avanzando hasta la puerta y me entregó un papel.  Lo eché en el bolsillo derecho del pantalón con bastante disimulo.
Luego Salí del hospital con ganas de mirar el dichoso papel. Pues, ¿Qué sería? Una receta, un consejo, un poema  de amor por san Valentín.
Llegué a casa. Abrí la puerta y me tiré en la cama, miré el techo y luego con mucho cuidado saqué el papel color amarillo. Como un acto de locura lo olí y desenvolví.       
No era nada de lo que me imaginé. Era su número de celular. El 929 35 45 00. Llamarla en ese instante  no convendría.  Sonaría como un muchachito desesperado en busca del amor, y cuando menos lo pensaría, ella podía tomarme como un principiante.
Adolfo seguía soltero. Aunque aparentaba ser un tipo experto en el amor, sólo había tenido 3 enamoradas.
Martes 12 de febrero. Por la mañana desperté sobrio, con muchas ganas de comerme  hasta las ollas. Esperé bañarme   y mientras tomaba desayuno; cogí el papel color amarillo y vi el número de María Claudia. Lo guardé y esperé que el reloj marque las 10 am, cuando llegué a la oficina saludé a carolina, tuve muchas ganas de contarle lo acontecido pero me detuve.
Hasta las 9:50 am no podía concentrarme en mi trabajo, llegaron 3 clientes y a todos les dije que el trabajo quedaría aplazado para la próxima semana por cuestione de material. Hasta que por fin llegaron las 10: 00 am. Sin pensarlo dos veces agarré mi celular y marqué su número, timbró dos veces hasta que por fin contestó. Se escuchaba algo ocupada y pregunto quien llamaba.
-Hola María Claudia soy yo. Adolfo. – le dije con entusiasmo-
-Hola Adolfo. ¿Puedes llamar a las 5: 00 pm?  Estoy ocupadita. Sin entendidos le dije:  Ok María clau te llamaré.
¿ Maria clau? ¿Clau? Pero que diablos, que tipo de confianza era de mí parte llamarla, clau.
Colgué, y un tanto más aliviado continué con mis labores diarias. Hasta fui a un curso taller llamado: informáticos de la nueva generación. Regresé a las 4:00 pm a la oficina. Confieso haber contado  los segundos y minutos para poder llamar a la sambita, María Claudia.
Esa tarde el cielo se nublo por completo, apenas se dejaba entrever el sol entre las nubes. El arco iris se hacia presente. Unas pequeñas gotas golpeaban las calles ensenmentadas. Yo por lo pronto marqué    su número;  Ella me dijo con un tonito más aliviado que estaba muy bien y si podía ir a buscarla.
Sin pensarlo dos veces fui al hospital. La esperé por 10 minutos, de los cuales; los primeros 5 primeros fueros de lluvia tenue, y los otros 5  quedé como pollo remojado. Ella salió del hospital y tomamos un taxi rumbo a café club.
-          Hola Adolfo – dijo ella con esa mirada tan burda, sensual y maliciosa.
Sabía que debía responder con mucha sutileza, elegancia y elocuencia. Hola- María Claudía, primero quiero disculparme por la ridícula situación en que nos conocimos, yo… Ella interrumpió mi diálogo y me dijo: La verdad que si te di mi número es porque me pareces algo gracioso y  me gustaría ser tu amiga.
Debía guardar la calma. Estar empapado era lo de menos, después de varios años esto parecía un sueño de jamás despertar. ¿Acaso era uno de esos sueños cursis? , ¿Quizás era una esas historias de Frank pinedo? Un patita de la universidad con sueños de escritor. No, nada de eso.  
Me pellizqué para comprobar si era real, y efectivamente no desperté, estaba aquí  viviendo mi realidad.

- María Claudia. Me halagas con tu comentario, y eso de gracioso quizás lo dices por mi salida estrambótica del restaurante. Seguramente el destino es  generoso  con nosotros dos, lo digo porque estoy soltero, y me pareces una chica tan agradable.         
- María Claudia lanzó una sonrisa,  sobando con su  lengua hasta donde terminan sus labios. Sopló su   cappuccino  humeante y pasó un trago.       
 - Muy bien Adolfo – dijo ella- Te propongo un trato.Qué te parece si somos enamorados hoy y mañana.  Casi me ahogo al dar un trago de café – pensé- Esto es realmente  inconcebible, ¡¡¡ que carajos pasaba aquí!!!  ¿Enamorados dos días?               

Para Adolfo. Las pocas relaciones amorosas que ha tenido, siempre han sido pulcras, correctas. Y encontrarse  con esta situación era extraño. Debió deliberar su  respuesta en un lapso  no menos de de 1  minutos. Lo tomaba o lo aceptaba. Era una respuesta de revocatoria: O sí o no.
Así que Adolfo decidió decirle “sí” a María Claudia. Después de todo pasaría a las ligas mayores, estar con ella por dos días o quizás más. Uno o dos años, tener hijos casarse  y envejecer al lado de la enfermera sambita curvas de infarto. Por supuesto, con inyecciones gratis toda la madrugada.
Dieron las 7 de la noche, hasta que nos paramos agarrados de la mano, paseamos por todo el malecón. Llegamos a una banca a las  8:25 pm cuando ella, mirándome de frente sujetó mi rostro. Y vi como se acercaba, sus labios apuntaban los míos. Esos labios rojos carnosos apunto de comerme. Trataba de controlar mi respiración acelerada. Ella se detuvo en medio camino.
-Vamos a mi apartamento Adolfo- Dijo ella-Estamos mojados y necesitamos algo calientito.   
Casi se me sale el corazón por la boca. Dentro de mi manual de caballero no estaba acudir tan rápido al departamento de una chica. Pero,  que  puto manual ni ocho cuartos, estaba cansado de salir con la ex y aguantar cachetadas ida y vuelta, pasar por la heladería, de escuchar a carolina hablar con su mari novio, y todo este anodino sentimiento. Vamos – le dije-
Su apartamento en San Isidro no era de gran tamaño. Pero sí, completamente ordenado. Ingresé lentamente como a un mundo desconocido. Ella fue a la cocina y mientras sacaba un vino tinto miré a mí alrededor. Nada era extraño, excepto por una foto que se ubicaba encima de una mesita. Estaba ella junto a un sujeto. Apagó las luces de su sala y encendió la lamparita de mesa. Sirvió dos copas  de vino tinto y se sentó junto a mí. Mientras conversábamos de amores y proyectos, la botella se iba acabando poco a poco. Ella me contaba que era natural de Arequipa, pero hace 8 años estaba en lima, donde terminó sus estudios y  se graduó como enfermera.
No pude contenerme y le pregunté por la foto de la mesita. Ella me dijo que era un buen amigo que lo estimaba mucho, era un casi hermano pero que se fue hace varios años de lima.
Mientras pensaba con avidez toda esta inexplicable situación, ella se lanzó encima. Lo que parecía un momento romántico se convirtió en un impulso sexual, mientras ella pasaba su lengüita por mi cuello, con sus manos me quitaba la camisa. Parecía desesperada queriéndome devorar.  Yo  no me que atrás  le quite la blusa y luego el sostén, dejándome ver sus lindos senos redondos  y excitados. Pronto estábamos desnudos;  como Dios nos trajo al mundo, sobándonos la piel y haciéndole  el amor, escuchaba como gemía cuando la penetraba despacito.
Fue una noche que jamás olvidaré, pernoctamos bajo el firmamento del placer amoroso. A la mañana siguiente,  Abrí mis ojos, viendo las partículas de polvo y sol  por la ventana de su apartamento. Ahí estaba ella, a recostada sobre su almohada, durmiendo de lo más tranquila  casi sonriente.  Amanecimos el día 13 de febrero del 2013.      
Esa mañana me levanté cuidadosamente. Me fui  a su cocina y con lo que había en la congeladora le pude preparar el desayuno, algo así  como en las películas de amor.
Después del  desayuno decidimos no ir a trabajar. Hicimos el amor en la ducha, luego en la habitación, en las escaleras, frente al espejo.  Fue un trece de febrero espectacular; salimos al cine, paseamos por el parque del amor como un preámbulo a San Valentín. Almorzamos juntos, y toda la tarde la pasamos entre risas y carcajadas.     
 Estaba sosegado y a la vez hipnotizado con semejante mujer de ensueño. Al llegar la noche nos despedimos y yo, regresé a mi apartamento. Pero antes, pasé por la tienda  para comprar un oso de peluche, un ramo de rosas rojas y una caja de chocolate. Todo saldría excelente, sería un 14 de febrero único y trascendente. De alguna manera estaba mimetizado por esta fecha.

Día 14 de febrero del 2013. Me levanté de lo más entusiasmado, como nunca a las 5:00 am. Barrí y arreglé mi apartamento. Pensé en traer a María Claudia a mi habitación y tomar un par  de vinitos, luego ver la última película que había adquirido. “Amor y destinos”.
 Llegué a la oficina y todos me miraban de lo más extraño, carolina y mis compañeros no dejaban de molestarme.
-          Pero miren quién llegó- dijo carolina-  A este hombre sólo le falta el pañal de Cupido. Escuché a toda la empresa reír, pero eso no me importaba. Era yo y nadie más.
Pasé a mi área de trabajo. Juro que no pude  despegar los ojos del reloj, quería tener súper poderes para adelantar los minutos. Todo estaba planeado, llegaría y sorprendería a  María Claudia con estos detalles  que a todas gusta. Su corazón explotaría de  amor por mí, como un espectáculo de  fuegos artificiales por todo el cielo limeño.          
Llegaron las cinco de la tarde,  tomé un taxi frente a mi trabajo. Dentro del auto el chofer me preguntó. ¿Hombre enamorado? Sonreí  sin ningún reproche.  El conductor siguió invitándome a una plática con temas románticos y todo el camino fue así. Entre risas y comentarios. Mostrando nuestro lado  varonil y machista. Mientras contaba sus historias sexuales en el taxi, yo le inventaba historias de semental experto.
 Llegué al hospital donde María Claudia trabajaba.  Caminé hasta la banca más cercana,  Ni lejos ni cerca. Como para llenarla de regalos y lanzarme con beso dulce. El tiempo pasaba, junto a los carros y peatones, todos preparándose para divertirse y celebrar el día del amor.
El reloj marcó las  5:45 pm. Me impaciente caminando hacia la puerta. Cuando apareció ella caminaba frente a mí. Con uniforme o no, igual era espectacular.  Aún no me veía pero estaba seguro que correría a mí,  ni bien me echara un vistazo.
Cuando pude ver que detrás de ella, un tipo cogió su mano y acarició su rostro, para luego besarla con deseo. Ese día, ese día.  Mi alma  se nubló, mi corazón se derrumbó.  Fue el peor San Valentín. Ese día. Desee aguantar todas las cachetadas en mi rostro.  Mandar a la mierda al mundo entero.
Una lágrima salió de mis pupilas. Pero, que pasó Adolfo. Eres un perfecto “imbécil”, hacerte ilusiones cuando alguien te dice que sólo quiere estar contigo dos días. Corriste el riesgo y aquí estás; Con estos detalles, rosas, oso de peluche y estas  porquerías.
Adolfo regresó desilusionado. Lamentándose su infortunio amor. Tomó el metropolitano sin importarle  donde lo llevaría.               
Mirando por la ventana  el cielo estrellado. El bus  se detuvo en el próximo paradero, cuando de pronto, a los pocos minutos alguien toco su espalda y le dijo:
-          Hola. ¿Está ocupado?  
-          Él volteó, y le dijo: No señorita,   el asiento está libre.
-          Con una sonrisa ella respondió.¡¡ Bonito oso de peluche!!.  El también sonrió y  dijo: Te lo regalo…
Allí va Adolfo. Listo para escribir una nueva historia.

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