jueves, 30 de enero de 2014

POR LA GRAN FRUTA




Cuando el minutero sobre pasó las 7:30 am abrí mis ojos. Pensé que mi repentino despertar se debió a un cierto  instinto que poseen  los seres humanos para automáticamente  escapar  de los laureles. Sin embargo todas estas hipótesis no fueron certeras ya que mi avivar a un nuevo día se debió al grito de una vendedor de fruta “papaya, mango y hasta piña” ¿Piña? , ¿ dije piña? piña estoy ahora porque recordé al señor de corbata y  terno  oscuro  mencionar: mañana -O sea hoy - regrese temprano para su segunda y  “gran entrevista de trabajo”. Sobresaltado reproché mi vida. Si tan solo hubiera despertado temprano, quizás ese tipo estaría  felicitándome y diciendo: Frank, bienvenido a tu nuevo centro laboral,  es más, ahora ese tipo  estaría  estrechando mi mano y  viendo en mí, a su futuro gerente o quizás visualizando al futuro  prometido de su hija o quizás tratando de asesinarme por estar con su hija.



Primero pensé en salir como un rayo estrepitoso directo a la entrevista; coger mi ropa y ponérmela no importando la hora y el estado oloroso que podría causar al ser entrevistado. Tal vez el tipo se quedaría dormido  o a la  vez diría “que pase el siguiente” entonces no fue buena idea.
Después de diez minutos singulares  viene ese trance juicioso, esos momentos en donde tratas de calmarte con un “tal vez fue por algo” o “ni quería” y finalmente el momento de olvidar, pero en ese intento llegan a otras ideas casi melancólicas y estúpidas. A veces  nos enclaustramos y limitamos nuestros  pensamientos, permitimos que otros tomen nuestras “propias decisiones” cuando deberíamos tener una personalidad única.  Qué rica fruta ¡!! 

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