Era un fin de semana pero no como
cualquiera, hasta ese día los problemas
eran consecuentes y no podía más. Su enamorada lo dejó para siempre, se quedó
sin empleo, sus estudios no podía ser pagados, su familia decaía. Y hasta el
perro del vecino era feliz; menos él.
Era el suplicio que partía su vida en dos. Ese mismo día iba dentro de un taxi cerca a la iglesia. Bajó la luna de la ventana y le pidió al chofer que detuviera el carro. Cuando logró salir golpeó la puerta; nunca escuchó las palabrotas del chofer enojado, pues sus sentidos estaban desorbitados, hasta la frente le sudaba. Sus pasos eran desesperantes y como una ráfaga ingresó a la iglesia, caminó todo el tramo de la parte céntrica – por allí donde los novios llegan al altar con una gran sonrisa- cada paso era estruendoso, terminaba uno y seguía el otro dejando un eco en todo el recinto, como en las películas de terror, los asistentes volteaban sus miradas en cámara lenta cada vez que él pasaba por sus lugares.
Finalmente llegó a completar su recorrido; estaba agitado, con ojos rojos. Las lágrimas besaron su boca para calmar el dolor pero él ignoraba toda idea metafórica. Sin piedad alguna miró a Cristo crucificado, luego sucedió algo que nunca antes había ocurrido, desprendió desde su alma una voz abrumadora y le gritó al mismísimo hijo del señor ¡¡¡Ten Piedad de mí, acaso te he fallado para merecer toda esta vida de porquería!!!! …
-“sabes qué, mejor mátame, mátame para no sentir nada”…
- “mátame y termina con todo esto”
El silencio fue fúnebre, la misa ya no empezaría dentro de cinco minutos porque el padre casi sufre un desmayo. El murmullo de la gentil concurrencia era cada vez mayor. Y él, el joven de los problemas, yacía en el suelo como pidiendo perdón.
Estoy seguro que luego de desprender su ira contra Cristo deseaba de todos modos un perdón, sin embargo pedir perdón a Cristo en una iglesia es complicado; primero porque Cristo no habla sino envía señales o con el tiempo nos pone en caminos distintos.
No obstante, ese día Cristo no se hizo esperar, un movimiento telúrico remeció la ciudad y la iglesia quedó vacía. Muchas personas corrieron despavoridas; algunas murieron en el acto.
Mientras esto transcurrida, como un milagro divino el Cristo crucificado cayó sobre el piso de madera, perforando un agujero donde él pudo introducirse para que el techo de la iglesia no lo matara.
Era el suplicio que partía su vida en dos. Ese mismo día iba dentro de un taxi cerca a la iglesia. Bajó la luna de la ventana y le pidió al chofer que detuviera el carro. Cuando logró salir golpeó la puerta; nunca escuchó las palabrotas del chofer enojado, pues sus sentidos estaban desorbitados, hasta la frente le sudaba. Sus pasos eran desesperantes y como una ráfaga ingresó a la iglesia, caminó todo el tramo de la parte céntrica – por allí donde los novios llegan al altar con una gran sonrisa- cada paso era estruendoso, terminaba uno y seguía el otro dejando un eco en todo el recinto, como en las películas de terror, los asistentes volteaban sus miradas en cámara lenta cada vez que él pasaba por sus lugares.
Finalmente llegó a completar su recorrido; estaba agitado, con ojos rojos. Las lágrimas besaron su boca para calmar el dolor pero él ignoraba toda idea metafórica. Sin piedad alguna miró a Cristo crucificado, luego sucedió algo que nunca antes había ocurrido, desprendió desde su alma una voz abrumadora y le gritó al mismísimo hijo del señor ¡¡¡Ten Piedad de mí, acaso te he fallado para merecer toda esta vida de porquería!!!! …
-“sabes qué, mejor mátame, mátame para no sentir nada”…
- “mátame y termina con todo esto”
El silencio fue fúnebre, la misa ya no empezaría dentro de cinco minutos porque el padre casi sufre un desmayo. El murmullo de la gentil concurrencia era cada vez mayor. Y él, el joven de los problemas, yacía en el suelo como pidiendo perdón.
Estoy seguro que luego de desprender su ira contra Cristo deseaba de todos modos un perdón, sin embargo pedir perdón a Cristo en una iglesia es complicado; primero porque Cristo no habla sino envía señales o con el tiempo nos pone en caminos distintos.
No obstante, ese día Cristo no se hizo esperar, un movimiento telúrico remeció la ciudad y la iglesia quedó vacía. Muchas personas corrieron despavoridas; algunas murieron en el acto.
Mientras esto transcurrida, como un milagro divino el Cristo crucificado cayó sobre el piso de madera, perforando un agujero donde él pudo introducirse para que el techo de la iglesia no lo matara.
0 comentarios:
Publicar un comentario