Diez minutos distanciaba la
llegada de un nuevo día. Desde hace
mucho tiempo necesito saber de ti; escuchar tu voz y tal
vez hasta ese palpitar de tu corazón. Cuando
apagué la luz de mi habitación se
encendió una divagación por saber más de ti, una batalla campal de grillos haciendo ruido en mi cabeza, seguido de una
voz consciente que me dice: “llama carajo, no tienes nada que perder, si te responde
bien, si no, es no”. Es irónico porque ahora era yo quien sentía las
pulsaciones de mi corazón. He cogido el
celular presionando el botón rojo, cuando lo hice se encendió la
pantalla y un haz de luz dilató mis pupilas. El celular dejó de
alumbrar la habitación y otra vez quedó oscura, el mismo ritual lo repetí tres a
cuatro veces. A los cinco minutos trascurridos encendí el celular, ingresé a
aplicaciones, luego a vídeos y cuando
menos lo pensaba, mecánicamente observaba los tres vídeos; dos musicales y un
último de año nuevo.
Pensé conciliar mi sueño pero era imposible. El gélido nerviosismo de mi cuerpo creaba otras hipótesis que tal vez podría utilizar como pretexto y abordar la idea de llamarla: “estará durmiendo”, “mejor otro día”, “debe estar al teléfono con alguien más” “mejor otros día”.
Pensé conciliar mi sueño pero era imposible. El gélido nerviosismo de mi cuerpo creaba otras hipótesis que tal vez podría utilizar como pretexto y abordar la idea de llamarla: “estará durmiendo”, “mejor otro día”, “debe estar al teléfono con alguien más” “mejor otros día”.
Llegué a la conclusión que la
noche tiene un sentido desatinado, romántico y misterioso. Incluso no he
descartado la posibilidad de culpar a la densidad de las constelaciones por todos nuestros actos, pues todo sucede por la
noche; salen los fantasmas, viene el dolorcito del diente, el escozor muscular del cuerpo arremete sin piedad, y por si fuera poco,
teniendo un tiempo anticipado de 24 horas, decidimos llamar a quien nos gusta o
extrañamos.
He toqueteado mi celular muchas
veces, tanto así, que si se convirtiera en una mujer ya me habría enviado a la cárcel por
seducirla atrevidamente. "Yo necesito decirte algo, tengo un presentimiento algo
ingenuo y quizás para ti algo descabellado". ¡¡¡Pero creo que algo te sucede!!!
Los 10 minutos sobrepasaron continuamente toda clase preguntas y temores. Es
donde decidí deslizar mi pulgar y presionar el botón verde. Esa voz peculiar de
la operadora me respondió primero. “el número que usted a marcado se encuentra
suspendido”. Yo necesitaba decirte algo…
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