domingo, 21 de octubre de 2012

LINDA SUEGRITA


La definición de la palabra suegra según la RAE es: Madre del marido respecto de la mujer, o de la mujer respecto del marido.               
Informalmente todos tenemos una. Si bien es cierto, debemos casarnos para que sea oficial. Pero, jugamos siempre con esa palabra; la llamas “suegra”, suegra porque te está conociendo, “suegrita” porque se portan bien, “suegris” porque te deja entrar a su casa y mira en ti, un futuro prometedor al lado de su hijita. Finalmente “bruja”  porque te sacó a palos, te echó  agua caliente,  llamó a la policía, al 911,  FBI.  Y ve en ti, a un completo zángano con rostro de depravado sexual. Por cierto,  me olvidé  decirte algo; también puso un cerco eléctrico de mil voltios, por si algún día quieres regresar.
En realidad causa un poco de terror conocer a la suegra, y también, a los suegros que no se apartan de nuestros pensamientos terroríficos. Sin embargo, el suegro es el último en enterarse que su hijita tiene enamorado, y en algunos casos que  está embarazada. Es allí, donde nace esa palabra escalofriante y discordante. “carajo… soy el último en enterarme lo que pasa en esta casa”.
Hasta el momento mi cita era peor que un dolor de muela,  la fecha ya estaba pactada. Nueve de la noche del día viernes trece de mayo del dos mil once. Uno siempre espera lo peor en estos casos. Sobre todo, cuando debes causar una buena impresión. Bajé, mil temas de conversación del internet, pastelería, bisutería, tejidos en lana, karate, cómo pegarle al marido, cómo depilarse las axilas, entre otros más. Me puse la ropa de navidad del año pasado, baje de peso y entrené peor que Rocky balboa.
Recuerdo que llegué a  casa de Claudia. A  cinco metros de distancia me quería regresar. El pretexto sería fácil, un  dolor de  estómago extremadamente  crónico salvaría la situación, los rayos sonaban en mi cabeza. Ya formaba mi propia utopía. No puede ser,  parecía estar frente al castillo de drácula.  
Decidí acercarme y tocar la puerta.  Cuando de pronto:              
se escuchó un fuerte ¡¡¡ grito!!!
Era el la vecina llamando a su hijo. Bueno, dije: Es la  hora. (No precisamente la hora de bailar). Toqué la puerta cuando de pronto salió una linda señora de aproximadamente cincuenta y seis  años de edad, un metro sesenta y cinco de altura, ojos marrones y cabello negro. Me invitó a entrar a su casa.              
Recuerdo ese día. Donde  conocí a una persona amable, respetuosa y de  buenos principios, muy atenta a lo que podría necesitar en esos momentos. Frank; quieres  más café, más pan, estás en casa.
Por una parte me imaginé lo peor, pensé que el grito era de jason  el destripador.
Sin embargo, a veces ni sospechamos que nos podemos encontrar a  personas loables,  yo, agradezco por esos excelentes momentos; que buena experiencia.

                                      Hay que conocer y dejarse conocer…
PD.Saludos a Claudia por esos lindo momentos.. Qué será de su vida.




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