Era la tarde del martes 9 de octubre, me dirigía al balcón de mi casa cuando de repente algo llegó a mi mente, era el lugar perfecto.
Empecé a soñar:
Hubiera querido vivir en un
lugar, donde todo sea algarabía. En un arrabal variopinto lleno de emociones.
Que Paz y alegría sean las frases de
bienvenida. Welcome, welcome. Ese barrio soñado donde salir de tu casa, sea
como entrar a la cancha de fútbol. Uno a
cero el marcador, entramos a seguir sumando puntos.
Me imagino al vecino Pedrito con
su bombo y platillo. Vamos Frank si se puede; a la vecina martita tocando
la vuvuzela, cual bien aficionada al
equipo de sus amores. A clarita su
hijita que me sigue volviendo loco, ella grita mi nombre y suspira por mí; envía
besos
y señales de amor.
Hubiera querido vivir en una casa de regular tamaño, para no
sentirme solo cuando de verdad lo esté. Encumbrar a lo más alto de mi balcón y
liberar el espíritu, ver desplegar en el cielo azul, nubes blancas como símbolo
de pureza. Esa que emerge tu niño interior.
Ni que decir en las tardes, un lonchecito con café y galletas, a veces manzanilla sin mucha azúcar. Por las noches, una constelación de estrellas iluminando las casas- Aquí no se paga mucha luz –
Una combinación perfecta, alegrías sí; tristezas no. Allí hubiera querido vivir, casas, veredas, arboles muy verdosos, vecinas guapas y señores sin mucha paltas ni preocupaciones a la hora de llamarlos suegros. Donde aún se juegue trompo, canicas y a las escondidas. “Y que tales escondidas”.
Ni que decir en las tardes, un lonchecito con café y galletas, a veces manzanilla sin mucha azúcar. Por las noches, una constelación de estrellas iluminando las casas- Aquí no se paga mucha luz –
Una combinación perfecta, alegrías sí; tristezas no. Allí hubiera querido vivir, casas, veredas, arboles muy verdosos, vecinas guapas y señores sin mucha paltas ni preocupaciones a la hora de llamarlos suegros. Donde aún se juegue trompo, canicas y a las escondidas. “Y que tales escondidas”.
En otoño, las hojas resbalan de
sus ramas, las aves cantan en sus nidos;
toda una danza que hipnotiza y me deja
ensordecido. Efectos similares me crea clarita, a las 7:15 de la mañana, cuando
sale a
comprar el rico pan calientito. Su
cabello negro crespo me fascina, forman ondas elípticas como la ruta de los
planetas; alta y trigueñita, algo avergonzada
cuando impregno rápidamente mi
mirada en esas curvas deliciosas,
esos labios rojos serían manjar de dulce embeleso.
Allí quisiera vivir yo.
que buena historia
ResponderEliminar